" Podría decirse que Portabella es un cineasta extremo, irrespetuoso y destructivo; un cineasta punk. Y de alguna manera lo es. Pero con una salvedad. La desprolijidad, esa cualidad que -con razón- suele asociarse a lo punk, está completamente ausente en su cine. Si Portabella es un cineasta punk, es el más elegante de todos. El que pone de relieve, desestructura y destruye firmas, mecanismos y discursos mientras encuadra con el virtuosismo matemático de Antonioni o de Resnais, fotografía con la violencia de Glauber Rocha, monta con la inteligencia revolucionaria de Eisenstein y mueve la cámara con la sofisticación arrogante de Fellini. El que tiene tiempo de ponerse bien la corbata mientras rompe el cine y el mundo a pedazos. "